Nos sentimoa invisibles...
Un cáncer que hace metástasis al pulmón ambiental
Uno de los canceres que padece nuestro sistema ambiental es la deforestación, los pulmones de la nación cada día son afectados con el derribo de cientos de solemnes árboles, a los que les ha costado años, incluso décadas alcanzar su esplendor.
Mientras
el país se interesa por lo que pasa en las grandes urbes con la pandemia y las
medidas de aislamiento preventivo se debaten entre cifras médicas y las
económicas, en los bosques del departamento del Meta, la destrucción de estos
no para, hachas y motosierras se sienten con furia en las mañanas y tardes,
allí el coronavirus no importa.
Cada
día el planeta le cuesta respirar aire puro, ciudades como México, Caracas,
Buenos Aires o Bogotá para no salirnos del continente, registran niveles de
contaminación preocupantes que se traducen en miles de muertes al año, pero eso
parece no importar, haciéndonos los pendejos que estamos acabando con la mejor
solución climática.
Suele
echársele la culpa de los miles de hectáreas arrasadas a los cultivos ilícitos,
negocio de los narcos, que cada día buscan sitios más profundos en las selvas
de nuestro país para destruir vidas de miles de seres humanos con el micro
tráfico; sin embargo, la expansión agrícola, la ganadería extensiva, es en
mayor proporción, responsables de los arboricidios que a diario se registran.
Los
defensores del ecosistema no cesan su llamado a la conciencia, de hecho, se ha
avanzado en políticas públicas y normas que tratan de persuadir a los actores
patibularios de este daño a cesar sus andanzas, pero en honor a la verdad son
pocos los que asumen nuevos proyectos de vida, la mayoría continúan en el
derribo de montañas y sus excusas son muchas.
Detener
la deforestación no es suficiente con medidas como la judicialización, se
requiere entender que existen necesidades de supervivencia de quienes por años
han dependido de esta desafortunada labor y su cambio de vida, debe ser un
proceso de acompañamiento, donde las alternativas de sustitución económica
vayan de la mano con resultados tangibles en los territorios, el desarrollo
sustentable no solo es una cuestión de discurso, es de acciones.
Para el
obispo anglicano Francisco Duque Gómez,” Los bosques tropicales son un
regalo irremplazable, y muestran la naturaleza en su belleza más vibrante y
exquisita. Proporcionan alimento, refugio, medios de subsistencia, medicamentos
y agua limpia, a millones de personas”
Oro
Oro, en una serie de informes, relata aspectos de una radiografía que vive la
región del Meta, en esta oportunidad desde el municipio de Puerto Concordia,
hasta allí nuestro equipo periodístico encontró repuesta a varias inquietudes
del fenómeno de la deforestación, localidad, cuya riqueza hídrica, faunística y
boscosa es apreciable, patrimonio que cada día se diezma por el comercio
derivado de la tala.
Puerto
Concordia cuenta con 1304.8 kilómetros de superficie, la gran mayoría rural, allí
existen uno 120 taladores, los cuales derriban un promedio de 40 árboles al mes,
si es para sacar piezas, pero si es para despejar áreas para ganadería o
cultivos, un talador derriba fácilmente hasta 30 hectáreas, la cual la realizan
en menos de dos meses, ellos son conscientes del daño ambiental, y cansados de
la persecución, han decidido crear el comité Agroforestal, desde el cual han tocado puertas en la Corporación
Ambiental Cormacarena, también en la alcaldía,
buscan alternativas de sustitución económicas, sin embargo la respuesta es
mínima, la entidad ambiental que debiera liderar este proceso, no presta una
asesoría adecuada, les exigen formular proyectos, cuando ellos no tienen la
capacidad de hacerlos, se limitan a incautar madera, a motivar procesos de
sanciones y multas.
Don
Alfonsini Beltrán reconocido talador, dice que se sienten “Invisibles para el
Estado”, asegura que Cormacarena tiene un negocio, pues son altas sumas de
dinero que ingresas por licencias de tala o transporte de madera, igual es un
daño al ecosistema y cuando no se les paga, entonces si es un delito, y que en su mayoría son los trabajadores los que
terminan judicializados, mientras que los terratenientes no tienen ninguna
sanción; recientemente en Caquetá el ejercito detuvo a unas personas que
estaban talando, fueron presentados ante un juez, quien los condenó, ellos
aunque alegaron que habían sido contratados para un trabajo de tala, asumieron
toda la carga de la justicia.
“Estamos
dispuestos a dejar las motosierras y hachas para convertirnos en protectores de
los bosques”
Luis Fernando
Huisa es un curtido aserrador, lleva años en el corazón de las montañas, el
número de arboles demolidos lo perdió hace mas de dos décadas, dice que lo que
ha disparado la tala, es el comercio de madera al interior del país con el beneplácito
de las autoridades, y la entidad encargada de promover estrategias de conservación
y evitar tala como es Cormacarena ha hecho caso omiso a las propuestas del
Comité, indica que le han planteado a la alcaldía la construcción de un vivero,
además de permitir las plántulas para reforestación y evitar desastres, se
convierte en alternativa de vida, pero tampoco se ven respuestas.
El señor
Huisa dice que se sienten perseguidos y son tratados como delincuentes por ejército
y policía, cuándo ellos han sido parte del desarrollo de país con su actividad,
enfatiza que nunca se han adelantado programas de educación, espacios pedagógicos
o proyectos formativos en otras áreas para poder vivir.
Mientras
leímos este artículo, seguramente fueron derribados unos diez árboles, estas
personas necesitan la atención del Estado, se requiere inteligencia ambiental
de parte de quienes están al frente de las orporaciones para incorporar a programas
de conservación y darle la vuelta a la pirámide, pero mientras exista doble
moral otorgando licencias para el transporte de madera nativa, seguirá este
negocio en el que los que ganan son unos pocos, y todos nosotros, incluido el palneta, los grandes
perdedores.
Alexander López Castaño
Director Oro Oro

